Texto leído durante la entrega de objetos personales, libros autografiados y originales del poeta Rubén Bonifaz Nuño al Museo del Escritor

10 de octubre de 2008.
Doctor Rubén Bonifaz Nuño, queridos amigos

Rubén Bonifaz Nuño es sin duda el mayor poeta de México, aunque ya conozco su reacción llena de buen humor en estos casos, ¿por qué me limitas, hermano? Tiene razón, so pena de hacerlo avergonzar a causa de su extrema timidez, digo que es el mayor poeta en las letras castellanas, las que se escriben en español por todo el mundo y eso porque no soy un conocedor de la poesía en otros lenguajes. Para fortuna nuestra, es mexicano y lo tenemos al alcance de la mano. Ha ganado una enorme y sólida reputación, indiscutible, con su obra poética, sí, pero también con su tarea como traductor de los clásicos griegos y latinos, como académico de largo alcance y como conocedor de las culturas prehispánicas. Posee, pues, una obra titánica, memorable.




Pero hay algo más, es un ser humano sensible, afectuoso, respetuoso de sus semejantes, que se duele de la pobreza de su país y cuyas opiniones son conocidas. México no ha tenido otro escritor tan admirado y respetado. Hace muy poco el poeta dio una plática en su amada UNAM, en lo que él llamó el centro del país, la Ciudad Universitaria, donde dejó su vida y creó una obra literaria extraordinaria. La Biblioteca se pobló de jóvenes que mostraban devoción por su poesía, un hecho insólito y conmovedor.




Ahora Rubén Bonifaz Nuño honra y engalana al naciente Museo del Escritor al estar aquí presente y donar objetos que le pertenecieron. Si bien ya contábamos con libros suyos, primeras ediciones firmadas, con fotografías autografiadas, ahora estamos en posesión de cosas más personales y significativas para el poeta. En esta modesta Fundación la biblioteca se llama como él: Rubén Bonifaz Nuño, de tal manera que en nuestro trabajo cultural siempre hemos tenido presente la inmensa y prodigiosa figura del hombre que llevó a cabo la hazaña de traducir directamente del griego La Iliada y cotejarla con múltiples ediciones. Rubén ha hecho enormes aportaciones a las letras, pero quisiera dejar constancia de que en su poesía ha sabido mezclar lo popular con lo más estrictamente clásico, una hazaña irrepetible porque se requiere para ello una cultura asombrosa, un dominio de los poetas clásicos y un gran amor por lo nacional.




Muchas gracias, querido y admirado Rubén, por tu generosa donación que enriquece a esta naciente institución que esperamos pronto crezca y tenga un lugar adecuado. Siempre hemos contado con tu apoyo y yo personalmente con tu amistad desde aquel lejano 1969 cuando nos conocimos en el Fondo de Cultura Económica, cuanto tú recogías tu libro El ala del tigre y yo el mío, Hacia el fin del mundo, ambos publicados en Letras mexicanas. Jamás pensé que fueras a aceptarme como tu amigo y dejarme mostrarte mi admiración y mi amor por tus letras y tu persona.





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