Oratorio de San Felipe Neri “el Viejo”. Portada “reclamo”.Foto: Martha Fernández.
Uno de los problemas más serios que enfrenta la conservación de los centros históricos es el de conciliar su carácter patrimonial con la necesidad de mantenerlos vivos y útiles para la sociedad. No es tarea sencilla, pues en el rescate de cada monumento que conforma el conjunto de los centros históricos se debe pensar en sus valores históricos y artísticos. Por ello, resulta de capital importancia lograr la confluencia entre los monumentos y el uso adecuado que se les pueda dar para dignificarlos y evitar que se ponga en riesgo su integridad.
Cuando se consigue un buen proyecto para un edificio patrimonial siempre es gratificante pues conlleva la convicción de que la preservación del monumento quedará garantizada, al mismo tiempo que el edificio permanecerá vivo y será de utilidad para todos. Es el caso del antiguo claustro del Oratorio de San Felipe Neri “el Viejo”, ubicado en el Centro Histórico de la Ciudad de México, para el cual se ha propuesto un proyecto cultural realmente interesante: convertirlo en sede del Museo del Escritor.
Historia del claustro
La “Unión Ilustrísima de San Felipe Neri” fue fundada por don Antonio Calderón Benavides en 1657. Su primera sede fue la iglesia de San Bernardo; más tarde se mudaron a la capilla de la Soledad de la iglesia de Balvanera, donde estuvieron tres años y, finalmente, a la calle del Arco de San Agustín, hoy República de El Salvador, donde construyeron su propio Oratorio, cerca de una casa antigua donde se decía que había nacido San Felipe de Jesús. Pese a tan insigne y piadoso uso que se le atribuía, la casa fue demolida para construir una iglesia bajo la advocación de San Felipe Neri. (1)
Oratorio de San Felipe Neri “el Viejo”. Claustro. Vista general.Foto: Martha Fernández
En opinión de Francisco de la Maza, la iglesia fue edificada entre 1660 y 1668; (2) pero de acuerdo con Antonio García Cubas, ese primer templo no era más que una capilla que fue dedicada el 24 de mayo de 1661. Más tarde, dice este mismo autor, esa capilla fue sustituida por una iglesia de tres naves, cubierta con bóvedas, la cual fue dedicada el 6 de junio de 1687 por el arzobispo don Francisco Aguiar y Seijas. (3) De ella únicamente conservamos la portada, que podría llamarse “reclamo” en el sentido de llamar la atención de los transeúntes, pues su vano no daba acceso a la iglesia propiamente, sino a un patio que tenía la iglesia al fondo, ya desaparecida. Según un documento localizado por Manuel Sánchez Santoveña y citado por Francisco de la Maza, esta obra fue edificada por el arquitecto Diego Rodríguez; (4) es abocinada y se encuentra estructurada a partir de un arco triunfal. El primer cuerpo tiene un arco rebajado flanqueado por pilastras de orden dórico; en las calles laterales se abren dos nichos conchiformes sobre los cuales se talló decoración a base de lazos y roleos. En el segundo cuerpo la riqueza ornamental se manifiesta desde el banco, donde las hojas se acomodan en rítmicos semicírculos entrelazados. Las columnas tritóstilas poseen, en el primer tercio, abigarradas figuras decorativas y, en los tercios superiores, las estrías ondeantes del barroco salomónico. El friso luce una guía de hojas que en su recorrido forma una greca. Por último, golpes de hojarasca se acomodan alrededor del marco mixtilíneo del relieve central que representa a San Felipe Neri, apoyado en una muy protuberante peana ornada con hojas de acanto. La torre, posiblemente posterior, está integrada a la portada; tiene dos cuerpos de planta cuadrada pero con nichos en las esquinas en forma de chaflán, flanqueados por columnas, lo que produce que sus cornisas sean mixtilíneas y adopten la forma de un octágono. El segundo cuerpo se encuentra cubierto por un cupulín.
Oratorio de San Felipe Neri “el Viejo”. Claustro. Segundo piso.Foto: Martha Fernández.
El claustro del Oratorio fue construido a partir de 1684 por el arquitecto Cristóbal de Medina Vargas Machuca, a solicitud expresa del arzobispo don Francisco Aguiar y Seijas. Dos cartas enviadas por el prelado al arquitecto así lo demuestran. La primera está fechada el 12 de marzo de 1684 y a la letra dice:
Mucho deseo que la obra de los cuartos del Oratorio de San Felipe Neri tengan muchos augmentos y teniendo, como tengo, noticia de que el doctor don Joan de Narváez está con ánimo de hacer un cuarto a su costa, ningún medio será mejor para conseguirlos que la disposición y magisterio de Vuestra Merced que lo sabrá acomodar en provecho y creces del Oratorio, y así suplico a Vuestra Merced que si no se halla embarazado lo asista, que lo estimaré mucho… Estimaré mucho todo el cuidado de los aposentos de San Felipe Neri. (5)
La otra carta está fechada el 18 de mayo del mismo año de 1684 y en ella el arzobispo insistía en la necesidad de que el arquitecto Cristóbal de Medina se diera prisa por terminar el claustro. De acuerdo con sus palabras:
La de Vuestra Merced del primero del pasado recibí muy retrasada, y han sido tantas las ocupaciones que no han dado lugar a escribir la Vuestra Merced suplicándole que ponga todo empeño en la conclusión de la obra de los cuartos de San Felipe Neri, que aunque no tengan los señores sacerdotes del Oratorio al presente para dar a Vuestra Merced de nuevo y satisfacer a Vuestra Merced lo suplido, luego que llegue a esa ciudad lo ajustaré yo, pues ha de mirar Vuestra Merced esa obra como mía, y suplir a doblar la gente y materiales para la perpetuidad que deseo, pues todo lo satisfaré en persona… A presto nos veremos con el favor de Dios. (6)
Ese claustro está constituido por cuatro paños que se comunican al patio a través de arcos de medio punto. En los dos niveles que tiene, los arcos están apoyados sobre jambas con impostas a las que se adosan pilastras. Las jambas, las pilastras y los arcos se encuentran totalmente almohadillados, elemento que dota al edificio de gran riqueza y de intensos contrastes de claroscuro. En las enjutas de los arcos, se encuentran talladas hojas de acanto. Los corredores del primer nivel están cubiertos por medio de bóvedas de aristas y todos los arcos que separan cada tramo también se encuentran almohadillados. En el segundo piso, la techumbre es de viguería.
Uso y abuso del claustro
Antonio García Cubas consignó en 1945 que la iglesia de lo que conocemos como San Felipe Neri “el Viejo” se encontraba convertida en pensión de caballos, (7) lo que nos hace imaginar que el claustro no debió de correr con mejor suerte, en vista de que se encontraba en el mismo predio que la iglesia. En los años sesenta del siglo XX, gracias a los empeños del Secretario de Hacienda, Antonio Ortiz Mena, el conjunto fue restaurado y se agregó la galería que se abre detrás de la portada “reclamo”, a imitación del claustro virreinal; así como la fuente central, en forma de estrella, que imita las que se realizaron en la Nueva España durante el siglo XVIII. Sin embargo, para esa época la iglesia ya no existía. Las obras de restauración estuvieron a cargo de los arquitectos Enrique y Agustín Landa.
Oratorio de San Felipe Neri “el Viejo”. Claustro. Pasillo del primer piso.Foto: Martha Fernández.
Desde entonces y hasta el año 2006, el conjunto fue ocupado por oficinas de la Secretaría de Hacienda, para lo cual se tuvieron que llevar a cabo adaptaciones a las antiguas dependencias claustrales como celdas, biblioteca, refectorio, etcétera, y le introdujeron avances tecnológicos que no existían en el siglo XVII, como la luz eléctrica y sanitarios, pero siempre se respetó el claustro y su cantera tallada. En 2006, el Gobierno Federal cedió el edificio a las autoridades eclesiásticas, quienes lo convirtieron en sede del Instituto Manuel Toussaint dedicado al estudio, conservación y promoción del arte sacro de México, bajo la dirección del padre Armando Ruiz. A principios de 2008, la Iglesia devolvió el monumento al Gobierno Federal y actualmente se encuentra en desuso, pero también en espera de ser nuevamente utilizado en un proyecto cultural que mucho beneficiaría a la zona en la que se encuentra. Ese proyecto ya existe: el Museo del Escritor.
Al lado del conjunto de San Felipe Neri “el Viejo” se levanta la que fuera la iglesia de San Felipe Neri “el Nuevo”, actual sede de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, la cual tiene, además de un muy buen acervo bibliográfico, una de las principales colecciones hemerográficas del país. Además, en su interior se puede ver el conjunto de murales más importante de Vlady. Ese monumento fue construido por el arquitecto Ildefonso de Iniesta Bejarano. Su edificio se inició en 1751 y se abandonó hacia el año de 1770. El remate de la portada fue completado de acuerdo con el diseño del arquitecto Carlos Chanfón Olmos, en los años sesenta del siglo XX, cuando se emprendió la remodelación de todo el conjunto de San Felipe Neri.
Museo del Escritor. Foto: cortesía de la Fundación René Avilés Fabila.
El proyecto del Museo del Escritor
Con la biblioteca en San Felipe Neri “el Nuevo”, el proyecto para ocupar el claustro de San Felipe Neri “el Viejo” como sede del Museo del Escritor adquiere sentido, principalmente porque como en todo museo, la idea es exhibir objetos como fotografías, caricaturas y grabados de escritores famosos; primeras ediciones firmadas por sus autores, entre las que se encuentran libros de Gabriel García Márquez, José Saramago, Edgar Allan Poe, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, Isidro Fabela, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Rafael Solana, Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y muchos más; así como plumas, máquinas de escribir, lentes, cartas, etcétera. Sin embargo, la Fundación René Avilés Fabila, que ha propuesto este proyecto, pretende que ese museo sea vivo, es decir, un sitio donde se lleven a cabo presentaciones, publicaciones, mesas redondas, conferencias, cursos y talleres para jóvenes. Ello se suma a la creación del Centro de Escritores Rafael Solana con becas para narradores menores de 30 años; con la biblioteca Juan José Arreola, que cuenta ahora con un acervo de más de quince mil libros, principalmente de literatura mexicana; y los concursos anuales sobre cuento, poesía, viñetas y dibujo que la Fundación lleva a cabo para jóvenes.
Museo del Escritor. Foto: cortesía de la Fundación René Avilés Fabila.
El proyecto ya es una realidad, pues el Museo del Escritor está constituido legalmente en una Asociación Civil en cuyo consejo están los siguientes escritores: Federico Ortiz Quezada, Silvia Molina, María Luisa Mendoza, Bernardo Ruiz, Jorge Ruiz Dueñas, Ignacio Trejo Fuentes, Eugenio Aguirre, Marcela del Río, Alberto Dallal, Joaquín Armando Chacón y Dionisio Morales. Además, desde hace ya varias semanas, el Museo está abierto y en funciones pero se encuentra en la colonia Narvarte, cuando el lugar más adecuado para un museo de tal naturaleza tendría que ser nuestro tradicional Centro Histórico, por cuyas calles han transitado la mayor parte de los escritores mexicanos y muchos otros provenientes del extranjero. Allí están los orígenes de nuestra cultura ancestral y también de nuestra nueva cultura. La Universidad y la Secretaría de Educación Pública le dieron mayor brillo al mundo intelectual de esa zona. Actualmente existen políticas definidas por parte de empresarios y autoridades para rescatarlo y recuperarlo como centro no sólo histórico, sino de plena actividad cultural y artística. Si como parte de esas políticas de rescate del Centro Histórico el antiguo claustro del Oratorio de San Felipe Neri, “el Viejo” se dedicara al Museo del Escritor, podría constituir uno de los conjuntos culturales más importantes de la Ciudad de México y se garantizaría la preservación de uno de los monumentos barrocos más bellos que se conservan en México.
Museo del Escritor. Fotos: cortesía de la Fundación René Avilés Fabila
* Martha Fernández es investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. Es autora, entre otros libros, de Cristóbal de Medina Vargas y la arquitectura salomónica en la Nueva España durante el siglo XVII, editado por el IIE.1. Francisco de la Maza: Los templos de San Felipe Neri de la ciudad de México, con historias que parecen cuentos, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1970, pp. 8-17.2. Ibidem, p. 19.3. Antonio García Cubas: El libro de mis recuerdos. Narraciones históricas, anecdóticas y de costumbres mexicanas anteriores al actual estado social. Ilustradas con más de trescientos fotograbados, México, Editorial Patria, 1945, p. 128.4. Francisco de la Maza: op. cit., pp. 21-23.5. AGI (Audiencia de México: 163, ramo 2, doc. 28). Documento publicado en Martha Fernández: Cristóbal de Medina Vargas y la arquitectura salomónica en la Nueva España durante el siglo XVII, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 2002 (Monografías de Arte 27), p. 263.6. AGI (Audiencia de México: 163, ramo 2, doc. 28). Documento publicado en Martha Fernández: Cristóbal de Medina Vargas…, p. 263. Para el asunto de estas dos cartas y la discusión acerca de la autoría del Cristóbal de Medina, véase también Martha Fernández: Arquitectura y gobierno virreinal. Los maestros mayores de la ciudad de México. Siglo XVII, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1985 (Estudios y fuentes del Arte en México: XLV), p. 185.7. Antonio García Cubas: op. cit., p. 128.
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