Ángeles González Gamio gonzalezgamio@gmail.com
La ciudad de México tiene primeros lugares en estadísticas horrendas: de las más violentas, de las peores en contaminación, en tráfico y por ahí podríamos irnos. Pero no hay que olvidar que también llevamos la delantera en cuestiones honrosas y positivas. Entre otras, somos de las ciudades con más museos y buena parte de ellos ocupan joyas arquitectónicas que en sí mismas constituyen obras de arte.
Uno de los más novedosos es el Museo del Escritor, que nació en el año 2003 dentro del seno de la Fundación René Avilés Favila. En su modesta sede de la calle de Yácatas 242, el original recinto muestra alrededor de 200 fotografías, caricaturas y grabados de escritores famosos, principalmente mexicanos. Tiene más de 400 primeras ediciones firmadas por sus autores, entre las que se encuentran libros de Gabriel García Márquez, José Saramago, Edgar Allan Poe, Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, José Revueltas y personajes por el estilo.
También hay objetos pertenecientes a escritores relevantes, como plumas, lentes, máquinas de escribir, cartas y documentos diversos. El acervo continúa creciendo con las constantes aportaciones de connotados creadores que apoyan gustosos tan noble proyecto. La idea del museo es ser sitio de encuentro, con presentaciones, conferencias, cursos y talleres para jóvenes.A ello se suma la creación del Centro de Escritores Rafael Solana, que otorga becas a narradores menores de 30 años y la Biblioteca Juan José Arreola, que cuenta con un acervo de cerca de 16 mil libros, fundamentalmente de literatura mexicana. La fundación lleva a cabo para los jóvenes concursos anuales sobre cuento, poesía, viñetas y dibujo.
Para tan útil e importante proyecto el espacio es totalmente insuficiente. Por ello se ha solicitado al presidente del Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes, Sergio Vela, que se le otorgue el uso del antiguo claustro del Oratorio de San Felipe Neri “El Viejo”, bella construcción situada en la calle de República de El Salvador, en el Centro Histórico, que actualmente está sin uso.
El hermoso recinto se encuentra junto al que fuese el templo, que hoy aloja a la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que custodia un excelente acervo y está decorada en su totalidad por coloridos frescos del pintor de origen ruso Vlady. Este museo, además de darle vida a una construcción histórica en el abandono, apoyaría el renacimiento del Centro Histórico, que ya sin vendedores ambulantes y estrenando calles con nuevo pavimento, banqueta, mobiliario urbano y demás, está recobrando su imagen de Ciudad de Los Palacios y la rica vida que tuvo en siglos pasados, en la que convivían con gran armonía todas las clases sociales.
Hay que destacar que el antiguo templo que alberga la biblioteca y el claustro del oratorio, se edificaron en la segunda mitad del siglo XVII y son dos maravillas de la arquitectura barroca. El claustro del oratorio, en donde vislumbro a los escritores deambulando con un libro bajo el brazo, inspirándose para su siguiente obra, es una hermosura que construyó el prestigiado arquitecto Cristóbal de Medina Vargas. Es sin duda el ámbito perfecto para el Museo del Escritor. Confiamos en la sensibilidad de los gobernantes para que sea concedida.
Mientras eso sucede sigamos disfrutándolo en su sede de Narvarte, que tiene como ventaja la cercanía con el restaurante La Casa del Filete, situado en Doctor Vértiz 800. De botana, con el aperitivo, le sugiero compartir unos pulpos a la gallega. Para iniciar formalmente la comida es sabrosísima la sopa de fideos con almejas. Para el plato fuerte, si prefiere pescado, pida el lomo de robalo en salsa de perejil. Yo me voy con el filete Chemita, especialidad de la casa, bañado con salsa gravy y acompañado de papas parisinas. No pierdo la esperanza de llegar al postre: fresas jubilée. El servicio que preside el capitán Rogelio Castañeda es de primera.
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