Martes 11 de noviembre de 2008
Reubicación deseable
Por Teresa del Conde.
Hace poco revisité la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que se ubica en lo que fue la iglesia de San Felipe Neri “el nuevo”, con objeto de calibrar una vez más los murales de Vlady y también de hacer algunas consultas.
Me equivoqué de entrada y pretendí ingresar a lo que se conoce como San Felipe Neri “el viejo”. Con amabilidad, el empleado de la portería me hizo conocer la equivocación, pero como había tiempo de sobra, le pedí que me permitiera entrar al recinto, solicitud que obtuvo radical aunque cordial negativa.
Poco después, la investigadora y especialista en arte del virreinato Martha Fernández me requirió que firmara una carta en la que se pide que el inmueble se recupere como recinto cultural, dada su enjundia arquitectónica, celebrada por varios autores, entre otros por don Francisco de la Maza en el libro Los templos de San Felipe Neri de la Ciudad de México, publicado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Añadí mi firma a las muchas que ella ya había recopilado: escritores, artistas, historiadores, arquitectos etcétera.
Todavía no hay decisión respecto del uso que habrá de darse a la edificación, pues aunque ha sufrido modificaciones a lo largo de los siglos, resulta ser de incontestable valía en el contexto de la arquitectura barroca de finales del siglo XVII, obra del arquitecto Cristóbal de Medina Vargas Machuca.
Martha Fernández es autora del libro Cristóbal de Medina Vargas y la arquitectura salomónica en la Nueva España durante el siglo XVIII. “Su expresión más importante se presentó en el abocinamiento de la portada (de San Felipe Neri “el viejo”) conseguido al estructurar (la portada) a partir de un arco de triunfo”. Este arquitecto, quien murió en 1699, fue maestro interino de la Catedral de México entre 1679 y 1684 y después, hasta su muerte, titular de ese cargo.
El Palacio de la Autonomía de la Universidad Nacional Autónoma de México en Licenciado Primo Verdad número 2, vecino del ex Palacio del Arzobispado, es un sitio que funciona como centro cultural de investigación, cercano a la Casa de la Primera Imprenta y a los museos del Arzobispado y José Luis Cuevas. Fue reconstruido a partir de los vestigios del convento de Santa Teresa la Antigua, obra igualmente de Cristóbal de Medina Vargas.
Para beneficio de algunos posibles lectores, aclaro que no es que exista un Felipe Neri viejo y otro nuevo, o una Teresa antigua y otra que lo es menos, salvo que se tratara de la decinomónica santita de Lissieux, quien murió tuberculosa a los 24 años y fue objeto de una admirable película de Alain Tavernier. Es un filme de primera línea, debido a la estética que guarda, no tanto por la enjundia santoral del personaje, quien parece haber sido víctima de masoquismo a ultranza, aunque verdad sea dicha, escribió un libro que se titula Historia de un alma y a eso se deben, conjeturo, tanto a su elevación a los altares como la gestación de la obra cinematográfica a la que aludo, cosa que de por sí ya la haría merecedora de veneración, pese al carácter kitsch que por lo general guardan sus representaciones, condición ajena a la de la mística castellana, que es a quien se rindió culto en las sendas iglesias que ostentan su nombre.
La “Unión ilustrísima de San Felipe Neri” fue fundada en Nueva España por don Antonio Calderón Benavides en 1657. La orden oratoriana tuvo, a mi juicio, gran valía, entre otras razones porque asimiló algunos presupuestos reformísticos de carácter ascético, aunque también me parece prudente decir que los oratorianos fueron cercanos a Roberto Belarmino y patrocinadores del Caravaggio, el más prominente artista de la Contrarreforma, que contó en Nueva España con seguidores y con copistas, como el que realizó una de las piezas de altar en el templo de San Bernardino, en Xochimilco.
Personas comprometidas en la salvaguarda del patrimonio nacional piensan que San Felipe Neri “el viejo” debe constituirse en un centro cultural y se ha propuesto que El Museo del Escritor, el cual ya abrió sus puertas y cuenta con acervo importante, lo ocupe, toda vez que así se le atribuiría una función de vida colectiva, opción mayormente válida que su conversión en oficinas. Eso es lo que, desde aquí, como portavoz, me permito expresarle al presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sergio Vela.
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